Cada día leemos artículos, blogs, libros… asistimos a
charlas, tertulias sobre la maternidad. Analizamos todo el proceso desde el
embarazo, parto, posparto. Buscamos comprensión, apoyo…, pero la mayor parte de
las veces, centrándonos en la madre y olvidándonos un poquito, ‘o un muchito’
de los padres.
A ver…, soy madre de dos niñas, soy consciente del valor de
una madre, de su esfuerzo, de su cansancio, de sus emociones y de todas las
necesidades, etc. que se le plantean con la maternidad, pero en esta ocasión
quiero centrarme en el padre, en sus necesidades, en su rol con la llegada del
bebé, en sus sentimientos….
Quiero partir del hecho, a veces olvidado, de que los
hombres y las mujeres somos diferentes (muuuy diferentes). Parece una obviedad,
pero muchas veces, buscando una mal entendida igualdad, nos olvidamos de esto.
En ocasiones, y más con la maternidad, nos sentimos incomprendidas por nuestras
parejas, nos irritan, nos sacan de quicio… vamos, que los mataríamos mil veces
al día. El tema es que ellos están parecidos a nosotras… o peor, (ellos son más
o menos los de siempre y nosotras estamos poseídas por las hormonas, con lo que
están todavía más desconcertados, si cabe). Cómo decía somos diferentes, no les
entendemos, pero es que, nosotras para ellos muchas veces somos un gran
misterio….
Durante el embarazo, podemos sentirnos cansadas, agobiadas, doloridas... Nosotras esperamos que nos abracen cuando estamos tristes, que nos hagan compañía cuando estamos agobiadas, un masajito cuando me duele la espalda o los pies, que nos preparen la cena, o el desayuno, que nos ayuden…y ¡Jolín! ¿Cómo no se les ocurre todo esto a ellos solitos, si es ‘taaan evidente’ que estamos así? Pues, porque para ellos no es tan evidente, no entienden nada, o casi nada, a veces sólo ven cambios de humor radicales, malas caras, mosqueos imprevistos…. Tratan de ayudar, de agradarnos y muchas veces no lo consiguen y no saben qué hacer.
Es cierto, que a veces son un poco ‘burricos’ (lo digo desde
el cariño), pero ganaríamos mucho, si les explicásemos cómo nos sentimos y que
es lo que queremos. Si un día que no te encuentras del todo bien, él viene y te dice “Hoy he quedado con los amigos (por
ejemplo), no te importa, ¿no?” En vez de decirle, “Si cariño, vete y pásalo
bien” y quedarte pensando “desde luego, ya le vale, yo toda embarazada, con los
pies como botijos, todo el día vomitando y él sólo pensando en irse con los
amigotes…” Prueba a explicárselo, dile “la verdad es que me siento mal, me
encantaría que te quedases conmigo”. Cuéntale como te sientes, tranquilamente,
sin reproches… No esperes que te lea la mente, ni que pille tus sutiles
indirectas… Ahorra tiempo y disgustos innecesarios comunicándote con él.
Por otro lado, esperamos que se involucren a tope, que lean todos los libros que nos están gustando, que nos acompañen a actividades, charlas… Pero, si para nosotras es complicado imaginarnos lo que se nos viene encima y eso que llevamos dentro al bebé… imagínate para ellos. Esperamos que tengan paciencia con nosotras, pero nosotras también deberíamos tener paciencia con ellos, es mejor no presionarles demasiado, darles su tiempo, ellos llevan su ritmo para asimilar la nueva situación. La paciencia, es el principal secreto además, de una buena comunicación.
Luego llega el momento del parto, y no todos están
preparados. En el parto, están asustados, preocupados por nosotras, están
viendo sufrir a su pareja y no saben muy bien qué hacer para ayudar. Una vez más paciencia y comprensión en ambas
direcciones es fundamental. Y para que se sientan más seguros estaría bien preparar
el parto con ellos y decirles qué se espera de ellos.
Por ejemplo pueden encargarse de que se respete el plan de parto, en caso de
que lo hubiera, que se ocupen de que esté listo todo lo necesario cuando vamos
para el hospital… Pero sobre todo, hacerles saber lo importante que es que nos
apoyen aunque sólo sea dándonos la mano, diciéndonos lo bien que lo estamos
haciendo, diciendo que falta poco, que somos unas campeonas, dándonos un
abrazo, un masajito en los hombros, una caricia, esto es fundamental. Que se
sitúen junto a nosotras y nos hablen con cariño, puede ser la clave para
nosotras y decírselo hará que se sientan útiles e importantes.
Y cuando llega el bebé la cosa se complica aún más. Los padres
pasan totalmente a un segundo plano. Todo el mundo se preocupa por el bebé y
por la madre, la felicitan, la preguntan cómo se siente y pocas veces nos
acordamos de ellos, sobre todo nosotras, que por otro lado es normal, pero
claro para ellos no tiene que ser fácil. Además, de nuevo intentan ayudar y se
encuentran un poco perdidos.
Aquí también se trata de hablarlo, de comunicarse y de
explicarle qué esperamos de ellos, y acordar con él cual es su papel y cómo
puede ayudar en este caos. Confiar en
ellos, dejarles que cojan al bebé y lo cambien, no criticar, ni juzgar si el
pañal o la ropita no está puesta a nuestro gusto. Que se ocupen de organizar la
casa, de gestionar las visitas… No pueden dar pecho, pero hay muchas cosas que
pueden hacer… Y lo más importante es que se conviertan en nuestro soporte, en
nuestro apoyo, para que nosotras podamos encargarnos adecuadamente del bebé.
Sobre todo al principio, la relación del padre con el bebé pasa a través de la
madre, es algo primario y natural.
Cuando el bebé vaya creciendo y necesite
romper el vínculo con su madre para convertirse en un ser independiente, el
padre se encargará de ello y pasará a tener una relación más directa con el
niño.
En resumen, lo más importante es la paciencia y la
comunicación. Esperamos que ellos nos entiendan, y su falta de comprensión, a
veces, nos desespera, pero estaría bien paramos a tratar de entenderlos a ellos.
Para nosotras es difícil pero para ellos también y juntos, como un equipo todo
resulta más fácil.